jueves, 13 de marzo de 2014

Ximena Abrevaya: ¿Y si fuera verdad?


Ximena me dice que la relajan nuestras entrevistas. Tiene muy en claro que más allá de su trabajo en el laboratorio parte de su vida pasa por la divulgación científica, y lo disfruta. “Espero hacer un aporte importante a nuestro país ya que el campo de la Astrobiología no está muy desarrollado”, me dice, con la seguridad del que deja todo para ponerlo todo. Y yo la creo capaz de hacerlo.



El caso Hoover


La excusa para esta comunicación es una de las noticias que viene dando vueltas en los medios desde las primeras semanas de 2014. Richard Hoover, astrobiólogo retirado de la NASA, presentó un trabajo en el que sostiene poseer “pruebas irrefutables de vida extraterrestre”. Sus argumentos —para el que poco entiende de Astrobiología— suenan lógicos y consistentes, pero además sucede que Hoover tiene con qué hacer pie en la lodosa laguna de la ciencia de frontera.

Galardonado en 1992 como el “Inventor del año” por la misma NASA, reconocido como autoridad a nivel internacional en el estudio de las diatomeas y creador del grupo de astrobiología en la misma agencia, Hoover es un peso pesado. Pero eso no es todo: el hombre es elocuente: “Estoy absolutamente convencido de que la vida no está restringida solo al planeta Tierra porque encontré los restos de formas de vida que son absolutamente, en conclusión, extraterrestres”, dijo la semana pasada a un medio estadounidense. 


Hoover es claro y conciso pero quiero saber más, por eso hablé con Ximena Abrevaya del trabajo que presentara su colega en el Jornal de Cosmología. Esto fue hace una semana, en medio de una charla de amigos y con poca información de por medio. Entonces aclaró que “es muy pesado” lidiar con las implicaciones, en caso de que fuera evidencia real. Ella misma lanzaba la posibilidad al cosmos… “¿Y si es verdad?”, me decía, antes de desaparecer unos días para seguir con sus propios experimentos.


Es que Ximena forma parte de los escasísimos biólogos dedicados en Latinoamérica al estudio de posibilidades de vida extraterrestre. Su campo, la Astrobiología, recién comienza a florecer por estas latitudes de la mano de proyectos que hace solo unos años eran impensables. Y Ximena se encuentra hoy en la difícil aunque apasionante posición de líder de un proyecto del que no habla demasiado. Solo llego a captar que está realizando mediciones de radiación con un equipo multidisciplinar en el exterior. El objetivo: recrear las condiciones de los Marte y Tierra primitivos y analizar el origen de las primeras células. Esto, si uno lo piensa dos veces, es fundamental a la hora de buscar vida como la conocemos.


Mientras la esperaba volví a Hoover para escucharlo detenidamente. De pronto encontré lo que a simple vista parece ser un paralelo entre el ex NASA y su colega argentina. Mientras que Hoover eligió una conferencia OVNI para presentar su trabajo, Ximena no tiene problema en aparecer como invitada en Puente 2001, un programa dedicado a misterios, con el eje puesto —justamente— en los OVNIs. Aunque el paralelo tiene sus diferencias: mientras Hoover presenta un trabajo científico rodeado de personajes cuestionables y cuestionados por el mismo mundo ufológico, Ximena se acerca al público interesado en la vida extraterrestre desde distintos lugares, y uno de ellos es este ciclo radial que, afortunadamente para mí, muchos consideran serio. Por supuesto, me siento honrado, como productor periodístico es un aliciente importantísimo que distintos científicos se sumen desde la divulgación y el aporte de los datos fácticos para la interpretación de hechos que, por defecto, son el mismo borde de lo que definimos como realidad.


Pero sucede también que Ximena se impregnó de medios de comunicación desde chiquita. No me cuesta comprender su afán por la divulgación cuando me confirma que es hija del mítico Carlos Abrevaya, periodista, guionista, humorista y conductor de televisión y radio. Creador de clásicos como “Diógenes y el linyera” (Clarín) y “La noticia rebelde” (ATC); Carlos Abrevaya supo encontrar el nervio de la comunicación Argentina y se nota que el germen picó en su hija. Ella fue parte del equipo de producción del ciclo de Adrian Paenza “Científicos, Industria Argentina” y siempre que puede se suma a conferencias, seminarios y toda actividad que le permita mostrar lo que sucede en su planeta: el de los microbichos y las megaespectativas.



Siete días


Pasó una semana desde que habláramos con Ximena del tema de Richard Hoover. En este lapso ella se encargó de revisar la información disponible y yo de soñar con la confirmación de la existencia de vida extraterrestre. Reconozco haber mirado un par de veces al cielo y pensar en las implicaciones, las consecuencias. Quizás, unos bichitos diminutos en Marte no quitarían el sueño a nadie, tampoco arrasarían con la fe de millones ni generarían caídas de bolsas de comercio o de fuego apocalíptico sobre las ciudades. Pero por un momento sentí la necesidad de gritarle a unos cuantos que teníamos razón, que los locos de siempre teníamos razón, que ET había mostrado la cara y que ya no habría vuelta atrás. 


—¿Cambiaría muchas cosas la confirmación de la existencia de vida extraterrestre?

—Sin lugar a dudas, si encontráramos microorganismos de origen extraterrestre, sería algo que cambiaría la historia. Y yo estoy trabajando en el área, armando mi grupo en Argentina también, con colaboradores de distintos lugares del mundo. Ahora estoy en medio de una colaboración con gente de la Universidad de Harvard y estamos con varios proyectos en marcha.

—Suena a mucho trabajo todo esto.

—Si —Ximena ríe—, la verdad es que tenemos muchísimo trabajo.


La charla sigue y Ximena me desmiente un mito. Mientras que algunos biólogos me dicen que sus experimentos son casi una expresión del arte culinario ella marca la diferencia al recalcar que “la ciencia requiere de mucha más planificación y rigurosidad que la cocina”. Casi se enoja al afirmarlo pero al rato escucho sus risas, sabe que la pregunta está dirigida para aquellos que piensan que “hacer ciencia” es soplar y hacer botellas, o que la ciencia es algo casi tan etéreo como cualquier creencia. Y es que en el fondo sé que estamos de acuerdo, creer demasiado es matar el conocimiento.


Lo que me lleva a Richard Hoover, otra vez.


Otro científico amigo me dijo que lo ve a Hoover como un testarudo, un creyente. No solo está convencido de tener pruebas, de alguna manera necesita tenerlas para justificarse a sí mismo tantos años de estudios y trabajos. Le pregunto a Ximena que piensa que motivó a Hoover a presentar su trabajo en un congreso OVNI, y no en un foro universitario:


—Una de las cosas que a mí se me ocurrió pensar es que Hoover viene trabajando en este tema desde hace muchos años y viene sugiriendo la presencia de microfósiles que corresponderían a microorganismos de origen extraterrestre. El tema es que no ha logrado, a pesar de todo su trabajo y todos sus años de investigación, que la comunidad científica acepte esa hipótesis. Yo creo que él está intentando otro camino para que su teoría pueda ser aceptada… pero no es el camino adecuado.

—Hoover habla de Nitrógeno, de falta de Nitrógeno en los supuestos microorganismos que encontró dentro de los meteoritos… ¿Es prueba esto de vida extraterrestre?

—Primero que nada me gustaría destacar que el trabajo, actualmente, no está disponible en la web y, por ende, no pude ver en detalle los análisis que se hicieron. Pero basándome en las notas de prensa y en los comentarios que hicieron otros científicos también resulta ser un tema bastante controversial. Hoover por un lado afirma que dentro de estos meteoritos, estas Condritas (Carbonáceas), habría estructuras del tipo de los microfósiles. Este tipo de estructura no sería evidencia suficiente como para afirmar que eso se correspondería con microfósiles, en el caso de él, sostiene que estas estructuras habrían sido Cianobacterias. Pero en realidad hay distintos tipos de estructuras que no son biológicas, estructuras inorgánicas que pueden formarse y dar lugar a cosas que parecen fósiles de Cianobacterias.

—Esto me hace recordar el famoso meteorito marciano en el que decían que habían encontrado fósiles de vida extraterrestre. En ese caso se confirmó que eran estructuras no biológicas.

—Exacto. Es el caso del meteorito ALH 84001, de hace unos años atrás. Es un caso muy similar porque se afirmaba que habían encontrado microfósiles y que correspondían a Cianobacterias.

—¿Hay alguna diferencia entre ese caso y lo que plantea Hoover? Es el tema del Nitrógeno ¿verdad?

—La diferencia que hay con el caso actual es que Hoover sostiene que estos microfósiles no podrían ser contaminación terrestre porque no encuentra evidencias de la presencia de Nitrógeno. Este es un componente esencial para la vida porque es el componente de muchas moléculas como los aminoácidos y el ADN, entonces si encontramos una estructura que corresponde a un microorganismo terrestre tendríamos que poder detectar Nitrógeno. Pero hay varias cosas a tener en cuenta: por un lado leí algunas de las críticas que realiza el Dr. Martin Brasier de la Universidad de Oxford y coincido bastante con lo que postula y es que las técnicas que utiliza Hoover no parecen ser lo suficientemente buenas como para detectar concentraciones de Nitrógeno. En realidad habría que poder utilizar diferentes tipos de técnicas para poder asegurarse que esas mediciones son correctas. Por el otro, habría que ver si además no habría rastros de algún proceso biológico ligado a estas estructuras. Y por último es muy importante ver como son calibrados esos instrumentos con los que trabaja Hoover, lo que no queda claro. Es muy importante la calibración porque es lo que nos permitiría estar seguros que esas concentraciones de Nitrógeno serían correctas. El no detecta Nitrógeno, pero esto no significa que no haya.


Richard Hoover habla de bases nucleares, dice que en esos meteoritos encontró Uracilo, Adenina y Guanina pero que no pudo hallar Citocina ni Timina. Estas cinco bases nucleares combinadas son esenciales en moléculas de ADN y ARN. Encontrar solo algunos de los ladrillos fundamentales de la vida puede significar una variedad de cosas pero siempre suena intrigante.

Ximena me dice que los resultados le parecen extraños en este punto. Que la presencia de Uracilo, Guanina y Adenina confirman, de alguna manera, la presencia de Nitrógeno ya que estas bases nucleares no pueden existir sin este elemento.


—El ADN, en sus bases nitrogenadas, precisamente como indica el nombre contiene Nitrógeno. Entonces resulta un poco contradictorio. Si esas bases están presentes (Hoover) debería poder detectar Nitrógeno.

—¿Queda algún margen dentro del que se le pueda dar la razón a Hoover? ¿O su investigación a esta altura es desechable?

—Yo pienso que queda un margen, el problema es que las cosas no se están manejando de la manera correcta. Hasta tanto no se haga alguna investigación más profunda es muy difícil hacer algún tipo de afirmación al respecto.

—¿Puede tener que ver con una cuestión de ego? Se me ocurre que si Hoover hubiera pedido ayuda a la comunidad científica en vez de afirmar tener pruebas irrefutables la historia podría ser diferente…

—Yo creo que sí, porque se ve cierto empecinamiento en querer demostrar algo más allá de las evidencias. Me parece que no es el camino para hacer ciencia.
Ximena Abrevaya en el desierto de Atacama, Chile.


Astroredes sociales para entidades biológicas


Con Ximena nos conocimos (y conocemos) por intermedio de redes sociales. En estos tiempos de hipercomunicación barata y pasajes al precio del oro, es muy importante saber manejarse con las distintas opciones que extiende la tecnología. Primero la busqué en Buenos Aires, por teléfono, pero nadie supo decirme bien donde estaba. Dos o tres días después hablé con alguien que me dio un correo electrónico, a eso siguieron algunas charlas por mensajes privados y, más tarde, videoconferencias con las que grabamos algunas entradas para Puente 2001.

Con el tiempo fui descubriendo una persona tras el científico. Una muchacha sensible y leal con los cercanos aunque letal para quien se pare en la vereda de enfrente solo con la intención de molestar. En medio, sin embargo, mantiene una saludable postura profesional ante los éxitos y las adversidades. Parece saber muy bien que todo lo que sube baja y que nadie nunca se queda en el fondo. 


No le gusta hablar de comida aunque dice saber cocinar, odia que le pregunten por cosas banales y extraña la Argentina pero no puede dejar de viajar, conocer, sumar experiencias a su ya importante currículum. Es que sospecho que no se trata de esas personas que hacen de todo por sumar puntos a su carrera, sino que me encuentro frente a una mujer que pone todo de sí para avanzar en un campo del que es casi pionera en Latinoamérica. Pasos que da con seguridad y —sobre todo—, rigurosidad científica… incluso en su casa.


—Sí, soy el tipo de científico que se lleva las cosas a su casa. Me despierto a la mañana y me pongo a trabajar en algo y a la noche, cuando vuelvo, sigo trabajando.

Tanta dedicación tiene objetivos. Para una admiradora de Carl Sagan como Ximena los estándares parecen ser, como mínimo, altos. Pero no puedo dejar de hacerle una pregunta que —en mi ignorancia— considero un poco maliciosa. Para los simples mortales, como el que suscribe, imaginar la confirmación de vida extraterrestre podría suponer un final (o quizás un gran cambio), para el área de los astrobiólogos. Por eso le pregunto si es conveniente para esta rama de la ciencia que el descubrimiento suceda pronto, quizás mañana.

—Si, por supuesto que sí, todos estamos ansiosos por que pase algún día y que sea pronto. Todos estamos en busca de eso.


La escucho y le creo, otra vez. Además de caer en lo infantil de mi pregunta. Pero es que ante tales complejidades uno tiende a simplificar las cosas desde el punto de vista más corriente. Aunque también por eso es que seguimos charlando y compartiendo puntos de vista, datos y algunas risas. Es que, al fin y al cabo, cuando me voy a dormir también sueño con el día en que me levante y, entre café y tostadas, alguien lance la gran noticia a nivel oficial. Ese día, atragantado con el desayuno, sé que no voy a ser el único que llore de emoción… donde sea que estemos, se que diremos al unísono: “¡Era verdad!”.

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EPICERO